Como habéis visto en el blog, estamos realizando con el alumnado una actividad de animación a la lectura con el cuento titulado "La bruja que perdió su nombre". Os invitamos a leer la historia con vuestros hijos e hijas. Seguro que a ellos les va a encartar recordar a la bruja.
Ahora en las aulas, el alumnado está inventando un final para el cuento. Estad atentos porque entre todos y todas, tendremos que decidir qué nombre le ponemos a nuestra bruja.
LA
BRUJA QUE PERDIÓ SU NOMBRE
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Siempre
se vestía igual, con un vestido negro, una falda rosa, unas medias
de lunares de mil colores, unos zapatos negros de tacón y una capa
azul que se movía con el viento cuando volaba. En las manos se ponía
unos guantes negros y en la cabeza un magnífico sombrero negro con
una hebilla que brillaba como si fuera de plata cuando le daba el
sol. Por supuesto, nunca salía de casa sin su escoba. Era una
escoba que estaba vieja porque además de usarla para volar, también
la utilizaba para barrer su casa.
¿Os
he dicho que estaba muy triste?¿Queréis saber por qué?
Un
día la bruja salió de su casa. Estuvo volando sobre la ciudad
mucho tiempo montada en su escoba, porque el día era claro y soleado
y a ella le encantaba ver la ciudad desde arriba. Paró en el parque,
allí estuvo jugando con los niños y niñas y pasó por el
supermercado a comprar algo para preparar la cena.
Cuando llegó a su casa, la bruja se dio cuenta de que no recordaba
su nombre. Era muy despistada. Algunas veces había olvidado ponerse
su sombrero, ir al dentista e incluso un año olvidó celebrar su
cumpleaños... Pero algo así nunca le había ocurrido. ¿Se le
habría caído su nombre en el nido de las cigüeñas cuando iba
volando por la ciudad? ¿Estaría al lado del tobogán del parque?
¿Se lo habría dejado en el supermercado cuando pagaba sus
compras?... o quizás... Por más que lo pensaba no era capaz de
saber qué había sucedido.
Ese
día se acostó muy preocupada. Pensaba y pensaba qué podía haber
ocurrido pero nada, no conseguía recordarlo. Así que, por la
mañana, se levantó muy temprano y decidió utilizar su magía. No
podía seguir sin saber cómo se llamaba.
Primero
dijo unas palabras mágicas que le había enseñado su tía
Enriqueta, una bruja que escribía cuentos para los niños y niñas,
y que siempre le daban muy buen resultado:
¡Abracadabra,
sombrero y escoba!
¡Qué
mi nombre, vuelva a mi memoria!.
Repitió
las palabras mágicas una vez.. otra vez, pero nada. Por más que lo
intentó su nombre no volvió...
Así
que decidió hacer un encantamiento que le habían enseñado cuando
estuvo en la escuela de brujas aprendiendo a ser una bruja buena:
"¡Qué bailen las brujas!
¡Qué mi nombre,
vuelva a recordarlo!"
Lo
dijo una vez, otra.. Pero nada..
Cada
vez estaba más triste. Se pasó el día llorando y suspirando.
¿Qué
podía hacer? ... De repente se acordó de su abuela. Su abuela, la
bruja Anacleta le había enseñado un conjuro, que tenía una
fórmula secreta. Eso sí, su abuela le había dicho que sólo podía
hacerlo en casos de mucha emergencia.
Pero
es que este lo era. ¿Cómo iba a salir a la calle sin su
nombre?¿Cómo iba a ir a jugar con los niños y niñas si no sabía
su nombre? Y si recibía una carta, ¿cómo saber si era para ella?
No
se lo pensó más y se puso manos a la obra. Sacó su caldero mágico
y el maletín donde tenía guardados los ingredientes que su abuela
le había dejado. Con mucho cuidado desenrolló el papel en el que su
abuela explicaba cómo hacer el conjuro. La bruja empezó a leer:
Ingredientes:
- Un
rayo de sol de primavera - Unas gotas de lluvia de verano.
- Un poco de polvo de estrellas
Preparación:
Poner primero el rayo de sol dentro
del caldero. Añadir las gotas de lluvia y por último el polvo de
estrellas. Mezclar todo bien durante media hora y ponerlo a la luz de
la luna llena durante toda la noche. Antes de que salga el sol decir
muy despacio delante del caldero las palabras mágicas con lo que
deseas.
La
bruja preparó todo con mucho cuidado. Mezcló todos los ingredientes
y colocó el caldero en la terraza, que era donde mejor se veía la
luna llena y esperó impaciente a que desapareciera. Cuando
desapareció dijo:
Luna de la noche,
luz
de la aurora.
¡Haced
que mi nombre,
apararezca
ahora!.
Esperó
unos minutos y como su nombre no aparecía lo volvió a repetir:
Luna de la noche,
luz
de la aurora.
¡Haced
que mi nombre,
apararezca
ahora!.
Esperó una hora..dos..tres.. el día
enteró.. y nada. ¡Era la primera vez que el conjuro de su abuela
Anacleta no daba resultado!
¿Qué
más podía hacer? Por mucho que pensaba no se le ocurría ninguna
otra solución.
Me encanta el cuento, y nuestra brujilla... Ahora a esperar para ver que nombre tendrá.
ResponderEliminar¡Qué nervios!
Que trabajo tan diver y bonito!
ResponderEliminarasí da gusto leer...